A Manuel López Quiroga
No soy ni sabio ni viejo.
Tengo un poco de poeta
y eso es nada.
Acepta o no mi consejo,
que en el amor nadie es profeta,
camarada.
Ni blando como la cera
ni duro como la roca
en el deleite.
Ni invierno, ni primavera.
Para el cielo de la boca,
miel y aceite.
Hay que estar siempre florido
con las nuevas transpasadas
de rosales.
Tener en el pecho un nido
de palomas asustadas
y puñales.
Vivir siempre en agonía
con el alma lacerada
por la espera.
Morir dos veces al día
y tal vez de madrugada
la tercera.
Gozar minuto a minuto
las caricias de los ojos
que te han preso.
Padecer de negro luto
si los labios no están rojos
para el beso.
Amordazar ese grito
que se escapa en letanía
hasta los cielos,
cuando tu amor infinito
sufre la traqueotomía
de los celos.
Ser torre de campanario
cuando la hora es llegada
del orgullo.
Y caballero templario
defendiendo en la cruzada
lo que es tuyo.
No soy ni sabio ni viejo.
Tengo un poco de poeta
y eso es nada.
Acepta o no mi consejo,
que en amor nadie es profeta,
camarada.