Las insignias de la ciudad

Glorieta a Rafael de León en su estado actual.

En una Sevilla cada vez más posicionada en el mapa internacional, parece que la ciudad cada vez tiene menos originalidad. 

Y es que aunque resultase molesto para muchos, a los sevillanos nunca les había faltado razones para defender el hecho de que Sevilla es y tiene un color ‘‘especial’’.

Pero la urbe está mutando. Hoteles por doquier, espectáculos de flamenco, los free tours en el Salvador, los QR para entrar en la Catedral y Alcázar, tiendas de souvenirs baratos… Una amalgama de tradición monetizada que solo raspa el carácter superficial de la ciudad y que la hace parecerse cada vez más a cualquier otra ciudad sobreexplotada por el turismo.

¿Qué ocurre con los pequeños rincones? ¿Aquellos de los que solamente disfrutan los que conocen de verdad la personalidad de Sevilla? Los estamos perdiendo.

Como la glorieta dedicada a Rafael de León, cuyos mosaicos rotos hacen cada vez menos legibles las que antaño fueran palabras importantes para la ciudad. Un monumento del que el ayuntamiento no se ha hecho cargo en todos estos años. Claro, es que ahí no van los tours. Solo algún turista perdido por el parque y gente en busca de sombra e inspiración.

Parece que en Sevilla ya no hay casa, ni niña, ni rosas. Hay un hotel lleno de guiris decorado con plantas artificiales.

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